lunes, 1 de junio de 2009

Leyenda


En Roma, cuna de la civilización moderna, capital del mayor imperio en la Historia, símbolo de arte y esplendor, el Barça mostró urbi et orbi que es el mejor equipo de Europa, y probablemente del mundo, conquistando la final de la Champions y consiguiendo así el trébol para entrar en el Olimpo del fútbol, allí donde reposan los que merecen el recuerdo eterno, gracias a su juego sinfónico, lírico y aplastante. Este Barça ha dejado su huella imborrable en la Historia, no sólo por los títulos logrados sino por la manera de alcanzarlos, ofreciendo espectáculo, enamorando a afines y a rivales, apostando por un fútbol ofensivo y atractivo -tan desgraciadamente denostado y enterrado hoy en día-.
Un equipo de jugadores talentosos, un grupo de personas humildes, guiados por un hombre tan inteligente como respetuoso.
Visca el Barça!

lunes, 29 de septiembre de 2008

Gracias Frank


Por encima de las emociones y de la euforia, Rijkaard. Con esta frase se podría retratar el carácter de un hombre que ha hecho de la sensatez y la calma sus armas más valiosas. Como futbolista lo ganó casi todo, jugó con el Milan de ensueño, aquel que marcó una época por su juego encantador e invencible; y como entrenador llevó al Barça al Olimpo futbolístico, allí donde sólo tienen cabida no los vencedores sino los que llegan a encandilar. Y más allá de los éxitos, que no son pocos, siempre ha sido una persona sosegada, capaz de razonar en la gloria y de reflexionar en la miseria de un mundo tan voraz como es el futbol.

Cercano y generoso con sus jugadores, cordial y afable con la prensa, ha sabido mantenerse al margen de lo superficial y ha dado la cara en lo trascendental, conservando siempre la honradez y la humildad. Un hombre con sentido de la responsabilidad, comprometido como pocos con su club, sus aficionados y, sobre todo, con un ideal de futbol en peligro de extinción.

Gracias Frank.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Pop en movimiento

Artículo de Santiago Segurola -uno de los mejores periodistas deportivos- cuando aún escribía en El País.


Mucho antes de que Inglaterra fabricara plastificados ídolos del fútbol, hubo un jugador de carne y hueso que representó perfectamente los excesos, las turbulencias y los cambios que generó su tiempo. Fue George Best, el chico que salió de los callejones de Cregagh, en Belfast, para convertirse en un fenómeno que trascendió la escena del fútbol. No son pocos quienes le señalan como el mejor futbolista británico, un genio a la altura de Pelé o Maradona, consideración excesiva para un jugador que sólo mantuvo tres años de brillo consistente. Tenía 22 años en 1968, cuando fue designado Balón de Oro tras conquistar la Copa de Europa con el Manchester. Era una celebridad dentro y fuera de los estadios, un futbolista con raptos geniales, intuitivo, regateador, valiente, astuto, estupendo pasador, con una arrancada incontenible y una delicada conducción de la pelota. Jugaba con los brazos pegados al cuerpo y los puños casi cerrados. Era el tobillo eléctrico y la cintura de goma lo que producía un fascinante efecto en los espectadores y un desastroso problema en sus marcadores. Pero todas estas cualidades, por raras que fueran, no le convirtieron en el ídolo singular que fue. Hubo regateadores antes que él, como Stanley Matthews, futbolistas con un dominio integral del juego, como su compañero Bobby Charlton —con quien mantuvo una difícil relación, en el mejor de los casos— o elegantes goleadores como Jimmy Greaves o Dennis Law. Best tenía mucho de todos ellos, pero añadía algo más: su identificación con una época vibrante. Mientras Matthews o Charlton representaban al discreto inglés de la clase trabajadora cuyas hazañas rara vez traspasaban las páginas de deportes, Best era el pop en movimiento. No sólo era un gran jugador, sino un héroe de la cultura de su tiempo. Conducía airosos deportivos, frecuentaba los clubes donde se citaban los músicos y los actores del swinging London de los años 60, era dueño de boutiques a la última moda, poseía una casa futurista a las afueras de Londres y no tenía rival con las mujeres: conquistador compulsivo y protagonista de desgraciados episodios de violencia. Un periódico de Lisboa le calificó como el quinto beatle después de destrozar al Benfica (1-5) en los cuartos de final de la Copa de Europa de 1966. Era verdad. El fútbol acababa de alumbrar la primera estrella pop, un ídolo masivo que interesaba a todo el mundo, el jugador que también desarrolló un nuevo personaje: el de la estrella autodestructiva que jamás alcanza su potencial como futbolista, pero que arrastra durante toda su vida una especie de poética maldita que agranda su leyenda.

Con 22 años alcanzó la cima y repentinamente comenzó su declive, alimentado por la bebida y el juego. Estaba destinado a la destrucción. Debutó con 17 años en el Manchester. A la misma edad comenzó a beber. No le ayudaron ni la fama ni la cultura del alcohol que prevalece en el fútbol británico. No le ayudó su asociación con la permisiva escena social del pop. No le ayudó la indulgencia que encontró a su alrededor. Era un rey. Podía hacer lo que quisiera. Con 24 años, cuando los jugadores entran en el apogeo de sus carreras, Best sólo era un futbolista de destellos, proyecto de juguete roto que se peleaba con los entrenadores, no acudía a los entrenamientos y comenzaba un triste peregrinaje de despedida por la serie Z del fútbol: Fulham, Stockport County, Hibernian, Dunstable Town, Los Ángeles Aztecas, San José Earthquakes y Bournemouth. La lista explica gráficamente el enorme desperdicio de talento y la inauguración de un género que se ha hecho muy relevante en dos lugares: Inglaterra y Argentina, países donde la figura del héroe caído genera una fascinación enfermiza. Es fácil asociar a Best con Maradona y bajar poco a poco los peldaños de la fama, de Paul Gascoigne a Charlie George, pasando por René Houseman en las calles de Buenos Aires o Stan Bowles delante de cualquier tugurio de apuestas en Londres. De todos ellos se contarán maravillosas historias futbolísticas y trágicos relatos personales, donde el alcohol, el juego o las drogas destrozaron sus carreras y sus vidas ante la morbosa avidez periodística. Los inadaptados siempre dan mucho juego en la prensa. Pocos lo han testimoniado mejor que Best, cuya tragedia terminó ayer. Ahora comienza la hora del mito.




domingo, 14 de septiembre de 2008

Conclusiones tras 2 jornadas

Muchos siguen creyendo que la liga española es la mejor de Europa pero… ¿de verdad lo es?

1. La mayoría de equipos de la Liga, el 75% más o menos, no juega a futbol propiamente dicho. Estos equipos, basándose en argumentos desgastados de tanto usar – poco presupuesto por lo tanto jugadores de perfil medio-bajo – practican un futbol rancio, pobre y limitado. Para enfrentarse a las adversidades (aunque “enfrentar” implica valentía, cualidad que no tienen), entendidas como un rival supuestamente superior, con toque y ofensivo, recurren al hermetismo, esto es, jugar con los 11 en su propio campo y buscar un milagro – el gol – a la contra o a balón parado. Su planteamiento es tan sencillo como pobre: defender a ultranza. Algunos – periodistas en general –, no sé si haciendo gala de su fina ironía o por pura convicción, hablan de “equipos ordenados defensivamente” y “buena colocación”; no es muy difícil jugar con dos líneas defensivas de 4 (o más) jugadores a modo de muro. El resultado, como es de esperar, es un juego más que pasivo, lo cual hace del futbol un juego tedioso.

2. Por si el sistema táctico-defensivo no bastara, estos equipos siempre guardan un as en la manga: las patadas. Aquellos jugadores con mejor conducción de balón, con regate o desborde son constantemente cazados por parte de todos esos que suplen su falta de calidad/técnica con violencia/brutalidad. No hay distinción ni racismo: blancos o negros, tobillos, rodillas, tibias,… todo vale para defender. Tantas entradas salvajes traban el juego y, sobre todo, se saldan con muchos “tocados” (que en no-deportistas se traduciría en pedir la baja) y unos pocos lesionados (con suerte para un par de semanas).

3. Una buena liga, además de equipos fuertes (sentido figurado, claro), también tiene que contar con buenos árbitros. La Liga puede “presumir” de concentrar a los más incompetentes. Más allá de los errores habituales – fueras de juego, de banda –, permiten el juego sucio, la pérdida de tiempo, las barreras mal colocadas, contribuyendo así a desvirtuar el futbol.
¿Hacia dónde va la Liga? ¿Serán el Villareal y el Barça el último bastión? Si quieren ver fútbol, la Premier es su salvación.

domingo, 10 de agosto de 2008

Magia

Irónicamente, G.Best, dios entre los dioses, antes de recalar en el Man.U, fue rechazado por un equipo de Belfast por "demasiado pequeño y liviano". Desgraciadamente, en el fútbol actual muchos ilustrados siguen aplicando estos criterios. Quizá por eso recordamos con tanta nostalgia a las viejas glorias, porque hoy en día, por culpa del estancamiento creativo y la imposición del físico como único credencial, es difícil disfrutar con talentos brutos, jugadores anárquicos que resaltan por su creatividad, genialidad entre lo monótono y homogéneo.

La historia está llena de sucesos y momentos con una clara moraleja: más vale maña que fuerza. Y es que la habilidad siempre ganará a la fuerza. Los grandes del fútbol lo han sido precisamente por su inigualable calidad y no por su fuerza física: el propio Best, Jairzinho, Maradona, Romario,… Evidentemente, ellos representan una minoría, pero no hace falta remontarse a los mejores, también hay muchos jugadores buenos, incluso rozando la excelencia, que escapan a este estándar moderno: Joe Cole, Silva, Iniesta, Arshavin,…

Afortunadamente, algunos ojeadores y entrenadores rehúyen este afán por lo físico y valoran la creatividad y tienen por prioridad la técnica. De ahí que veamos jóvenes que están abriéndose paso pero no dejan de ser excepciones en el contexto actual: Giovinco, Pjanic, Nasri, Agüero.

El fútbol es un deporte que, con una dosis de fantasía y otra de pasíon, puede llegar a ser muy bello. Parece ser que muchos no lo entienden así y ven en la búsqueda de jugadores altos y fuertes la solución perfecta a sus tristes objetivos resultadistas. No importa el público, no importa la imagen, para ellos la victoria es el único fin y el orden táctico interpretado por jugadores corpulentos es la fórmula.

Bienvenidos, pues, a esta nueva era futbolística, aburrida y adulterada, donde lo arriesgado está prohibido y lo esquemático impera. Pero no todo está perdido, aún gozamos de resquicios que muestran la validez y la efectividad de un futbol de toque creado por jugadores alejados de las estúpidas exigencias físicas; el último: el triunfo de España en la Eurocopa. Fue la clara ilustración de la imposición de la calidad sobre la tosquedad, la victoria del hábil sobre el fuerte. Porque, al fin y al cabo, ¿para qué tanto cuerpo si lo de lo que se trata es de saber tocarla?

miércoles, 23 de julio de 2008

Juega siempre con smoking


Eso dijo de él Lobo Carrasco un día en El Día Después. No se podría aplicar una imagen más adecuada para definir su estilo de juego: elegante.
Afortunadamente, Dennis Bergkamp empezó a jugar a fútbol por la influencia de sus padres que eran grandes aficionados. De hecho, Dennis es en honor al escocés Denis Law, mítico delantero del Manchester United. Desde muy joven jugó en el Ajax, equipo con el que debutaría de la mano de Johan Cruyff. La liga holandesa se le quedó pronto pequeña por lo que fichó por el Inter de Milán, donde no logró sentirse cómodo ni hacer su mejor fútbol. Tras dos pobres temporadas, pese a ganar una UEFA, fichó por el Arsenal.

En Inglaterra vimos la mejor versión de Bergkamp. Para la historia ha dejado un recital de calidad depurada, firmando jugadas exquisitas y goles brillantes. Como buen holandés, imponía su gusto por el buen fútbol en el terreno de juego. Cuánta clase y qué toque de balón. Formó dupla en el ataque gunner, primero, con Ian Wright y, después, con Thierry Henry, recuperando el éxito de tiempos pasados a Highbury. Seguro que en las islas muchos añoran al "Dutchmaster" porque pocas veces vieron tanta sutileza.

En la selección también ha dejado huella; es el segundo máximo goleador de la historia del equipo orange. De no ser por su fobia a viajar en avión, podríamos haber disfrutado aún más de su extraordinaria calidad por Europa. De todos modos, en el mundo del futbol que casi todo se convierte en efímero, Dennis siempre permanecerá en el recuerdo.

"Intelligence and class. Class is of course, most of the time linked to what you can do with the ball, but the intelligence makes you use the technique in an efficient way. It's like somebody who has a big vocabulary but he doesn't say intelligent words, and somebody who has a big vocabulary but he can talk intelligently, and that's what Dennis is all about. What he does, there's always a head and always a brain. And his technique allows him to do what he sees, and what he decides to do." - Arsène Wenger, entrenador del Arsenal, tras una victoria por 3-1 ante el West Bromwich Albion, el 16 de abril de 2006.

domingo, 20 de julio de 2008

Portería a 0


El portero, ese jugador tan olvidado en las victorias y tan recordado en las derrotas; el que todo lo da o todo lo quita. Es el primer guardián del equipo y el último escollo del rival. Convive con la presión. Lev Ivanovich Yashin (1929-1990) lo sabía bien.

Comenzó siendo portero de hockey sobre hielo hasta que, ironías del destino, reemplazó a un portero de fútbol y de ahí a la gloria. Hombre de un solo club, lideró a un hegemónico Dínamo de Moscú en la segunda mitad de los años 50; también ganó la primera Copa de Europa de Naciones en 1960. Tres años más tarde se convertiría en el primer portero (y único hasta ahora) en ganar el Balón de Oro.

Mirando sus números, se podría decir que hizo del área pequeña su hábitat natural y convirtió la portería en su mejor fortín. De 326 partidos jugados, en 270 dejó la portería a 0. Y como guinda, dicen que a lo largo de su carrera atajó 150 penaltis. Dada su asombrosa agilidad y su privilegiado sentido de la anticipación cazaba casi todos los balones con sus manos. Quién hubiera dicho que 189cm fuesen tan elásticos... La seguridad y el valor, un suplemento.

Entre que lo paraba todo y vestía siempre de riguroso negro, fue rápidamente apodado la Araña Negra. Además de su talento, fue pionero en estudiar a sus rivales. Lev Yashin, todo un icono ruso y una referencia futbolística.

"What kind of a goalkeeper is the one who is not tormented by the goal he has allowed? He must be tormented! And if he is calm, that means the end. No matter what he had in the past, he has no future." – Lev Ivanovich Yashin.